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BRILLO EN LA MANO

Publicado en por Susana Gonzalo Veras

BRILLO EN LA MANO

Escritor, poeta, músico y futuro periodista. El vallisoletano Enrique Zamorano, con tan solo 21 años, ya ha conseguido alzarse con el IV Concurso Relatos Martín Garzo, ser finalista en el premio nacional Camilo José Cela organizado por la UCM y publicar hace unos meses su primer poemario La muerte del hombre orquesta. Su futuro artístico esta en la maquinaria esperando salir a la luz.

Todo comenzó en el aula de literatura con apenas 15 años, el profesor me llamó poeta. Yo en ese momento estaba buscándome y al comenzar a leer y tomarme enserio lo que ese profesor me dijo, azares de la vida, me di cuenta de que realmente mi vocación era comunicar.

Y así es como el joven escritor narró como había comenzado en esta atmósfera literaria. Mientras lo relataba sus ojos azules no dejaban de mirarme fijamente con la ilusión con la que se debió sentir al formular sus primeros versos. Sus manos se encontraban entrelazadas, aunque sus dedos no estaban quietos ni un segundo, exceptuando los momentos en los que una de las manos, algo temblorosa e inquieta, se acercaba hasta la cerveza que se encontraba a su derecha, la cogía con firmeza y la daba un pequeño sorbo para poder seguir y no quedarse sin aliento.

A medida que transcurría la conversación, me confiesa su creencia acerca de vivir de la escritura, más bien su imposibilidad. Pero no como algo negativo, sino más bien como una ventaja para poder sentir experiencias fuera de este ámbito, y así enriquecer su visión del mundo y su imaginación, para poderlo plasmar en papel.

De esta unión entre vivencias personales e imaginación nacen sus obras, entre ellas La muerte del hombre orquesta. Un poemario dividido en dos partes “Permanece angustiado la parte más Alucinada, divertida, enrollada y rockanrolera del libro, y las Invasiones que es más depresiva e intimista” como podemos interpretar simplemente por el título de la obra, preludiamos una tragedia, pero el autor nos habla de un matiz optimista al que siempre alude cuando habla de su obra, así que decidí preguntarle a que se refería. Realmente su respuesta fue inquietante: “El epílogo Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto, marca muy bien ese optimismo, pero es un optimismo basado en el absurdo. Cerrar el libro de esa manera, simboliza que eso que he hecho no era tan importante…

De hecho los versos dicen algo así: Tenía algo que hacer, y lo voy hacer, y lo voy hacer porque lo tengo que hacer. Es una especie de bola sin sentido. Pienso que la poesía esta bien pero tampoco es lo más importante”

Tras esta respuesta, y sin ánimo de hacer spoiler a nadie, ya que una buena obra se puede leer cientos de veces, sabiendo o no el final. Continuamos hablando de la juventud, la sociedad, y el futuro. Le di la opción de cómo prevé él, el futuro, si de progreso o como una posible distopía. A lo que por un instante no encontró respuesta, aunque rápidamente expuso que a mucha gente se le llena la boca con el gran hermano de la obra 1984 de George Orwell, y hablan de democracia y el país de las libertades y los derechos (ligera risa) “Pero no nos estamos dando cuenta de que somos tan bobos y tan tontos, que sin querer acabamos publicando toda nuestra vida por las redes… Pero hay excesos que muchas veces te chirrían los dientes con tanta posmodernidad…”

Los minutos de la entrevista seguían pasando y en el momento en el que Enrique pronunció la palabra posmodernidad, el camarero subió las crujientes y viejas escaleras del Café Teatro y nos dejó sobre la corroída mesa de madera otras dos cervezas. No encontré momento más oportuno para preguntarle; haciendo alusión al número indefinido de veces que en su libro habla de alcohol, marihuana o tranquilizantes. ¿Por qué cree que los jóvenes nos drogamos? Le interesó la pregunta, y al instante dejó la cerveza sobre la mesa y comenzó a hablar, me explicó que él lo veía como un factor social, como mero pasa-tiempo o simplemente “porque si”. Pero que en la literatura cobraba un sentido más trágico, simbólico y destructivo. Creo que tenía claro que hay personas para las que puede ser un problema muy serio la adicción, pero que la mayoría de los jóvenes no lo hacían por eso sino “porque esta bien visto por la sociedad” “No creo que nadie diga que le gusta fumar ¿A quién le gusta meterse dióxido de carbono en los pulmones? Si que es cierto que al final esta costumbre se puede convertir en hábito o adicción” Me dijo que todo se podía ver con claridad en su poema No future for us “… Tan solo un poco de tabaco y café espeso, madurado y agrio, un Valium quizás y demás tranquilizantes para no tener que mandarlo todo a la mierda”

“De pequeños siempre nos han metido en la cabeza que teníamos grandes oportunidades, que era todo un cuento de hadas. Y cuando te enfrentas al mundo te das cuenta de que la realidad no es lo que te estaban contando, y que te han mentido, parece que para sobrevivir tengas que mentir. Y creo que las drogas forman esa parte de desilusión trágica y desencanto. En realidad querer desaparecer”.

He percibido que es una persona que realmente vive todo al máximo, y ese frenesí se ve claramente en sus gestos, sus miradas o su visión del mundo.

“Empíricamente” podemos observarlo en alguno de sus poemas. Uno de los más breves y a la vez más crudos es Pesimismo, con tan solo 5 versos y 11 palabras muestra un sentimiento desgarrador: No recuerdo el primer beso sino el último.

En relación a este tema tan reiterado en la poesía, comenzamos a hablar sobre si existía o no el amor. Sus alegatos fueron muy intensos a la vez que liberadores y algo paranoico, me dio una respuesta de una entrevista que le realizaron a una de sus mayores influencias, Leopoldo María Panero: ¿Cuál es su consejo para las criaturas del mundo civilizado? “El urgente establecimiento del orden pasional”.

Su visión sobre el amor lo refleja una canción que compuso llamada Love in Veins: All we have love in veins. Y para terminar con este tema recitó unos versos de Raymond Carver (El último poema, de su último libro), en el que viene a decir que ha amado y ha sido amado, por lo tanto puede morir tranquilo. Pero no todos los artistas mueren con esa paz interior o esa satisfacción personal. Otros como el gran compositor Mozart murieron con la terrible levedad de una pluma, con un final calamitoso y una desazón absoluta al no poder completar su último Réquiem. La música y la literatura están completamente entrelazadas, y se basan en desmontar a las personas que se involucran en estas artes. En poner las vísceras sobre sus mesas, y plasmarlo a través de palabras, pentagramas, sonidos o silencios.

En el caso de Enrique, su literatura y su música están completamente fusionadas. Tuve la suerte de conocerlo con tan solo 15 años, y poder compartir con él mi primera experiencia musical con la banda Love in Veins. Pasar horas y horas en las que me mostraba grandes canciones de rock español como El Cadillac solitario de Loquillo. Y en vano, intentar convencerme de que Bunbury era un gran artista.

O simplemente divagar con la canción How to disappear completely de fondo.

Todas estas influencias no nacen de la nada, estuvimos hablando de cual fue su primera experiencia en la música, y me contó que es algo inherente a él, que su madre tocaba la guitarra durante su gestación. Y que a medida que transcurrieron los años no mostró demasiado interés por la música; hasta que en clase de música, con 9 años, escuchó por primera vez una guitarra en directo y le apasionó. También me contó que la experiencia que recuerda con más cariño fue la primera vez que se subió con Love in Veins a un escenario, ¡Y menudo escenario! El certamen del concurso Onda Rock 2010 en la acera de Recoletos.

Fue algo realmente gratificante, aunque sonáramos como una banda de punk mal avenida, esa falta de experiencia y técnica probablemente fue lo que nos hizo disfrutarlo tanto, ese nihilismo de rutina “Ese sin duda fue uno de los mejores días de mi vida, nunca me he sentido tan bien en un escenario”.

Pero al preguntarle sobre sus proyectos más actuales como Last River Together, muestra su carácter más psicodélico, transgresivo, experimental… “Mi instinto musical, lo que yo buscó siempre es Lou Reed, para mi es el pionero de la música alternativa”, además de lo que busca, también me habla de cómo ha llegado a ello. Una vez que aprendió las notas, acordes y escalas lo que él quería era buscar sonidos nuevos, experimentales. Y en este caso uniendo ruidos de guitarra con poesía, cargada de mucha controversia que podemos ver en canciones como “Reverberación” ha conseguido un resultado brillante, totalmente irracional y salvaje: Dejar tu última página en blanco para toda la gente, toda esa gente que alguna vez te quiso. Una página en blanco para ellos. Para todos ellos. Volarse los sesos. Volarse la tapa de los sesos con una pistola, un rifle, un bate de béisbol. Meter la cabeza en el wáter. Dejar que el agua sucia perfore tus pulmones. Alimentarse de ello. De nuevo, matarse. Mirar hacia el mundo y sonreír.

Y para finalizar esta conversación tan sustancial, que nos muestra los sesos de este joven artista, declaró que tiene en mente la publicación de su próximo poemario “Flotando” y una novela que esta en el horno.

Britanny Wallace

Extraños vagando y vagando y vagando y
ya nada era sorprendente ni vergonzoso
y luego el peso del tiempo, y luego su muerte a solas
y el tiempo y el tiempo y el tiempo y
hemos crecido, sabes que hemos crecido
con el xanax y el wellbutrin
el zoloft y el klonopin
el lexapro y el adderall
nos gastamos los vales de comida en el súper de whole foods
aprendimos a co
cinar y a hacer yoga
ya no nos enteramos cuando el alargador
se rompe ni del sonido de tu cuerpo contra el suelo
somos cáscaras somos cáscaras somos cáscaras
y sabes que todos compartimos la misma
sombra.

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